Mermelada salada de cebolla


     ¡¡Ehh!!, tú, sí, tú. Hoy sí que sí, toma nota de esto porque es pura ambrosía. Te mejora sustancialmente un bocadillo, una hamburguesa, o lo que sea. Para los que sois muy torpes, aviso que no es la típica mermelada para untar las tostadas con mantequilla. 

     De verdad que tienes que probarla al menos una vez en tu vida. Es un sabor dulce, salado, ácido... No se bien cómo explicarlo. Este debe ser el quinto sabor, ese que llaman umami. Bueno, venga, que me enrollo como las persianas y no empezamos.

DIFICULTAD:

 Ninguna. Se tarda un poco porque dejamos reducir mucho la cebolla, pero es una receta para que haga cualquier homínido que acaba de aprender a usar los pulgares.

INGREDIENTES:

  • Tres cebollas. He de reconocer que usé cebolletas, pero la receta original me la pasaron con cebollas
  • Vinagre. Vinagre es vinagre, y reducción de vinagre es reducción de vinagre. (pa' porsi)
  • Un chorrete de salsa de soja
  • Agua
  • Azúcar
  • Sal, pimienta, romero y aceite de oliva.

PREPARACIÓN:
  1. Corta las cebollas en juliana muy fina. Para quien no sepa lo que es la juliana (que seguro que los hay) es como si la cortas en tiritas muy finitas. Ponla en una sartén a fuego medio-alto (7 sobre 9) con un poco de aceite de oliva y deja que sude y que sude. Ponle un poco de sal, romero y pimienta. Tiene que volverse trasparente y acabar teniendo un color marroncito. No es color quemado, es el color que le dan los azúcares de la cebolla que hacen que se caramelice. Sin prisa, cuanto más reduzca de volumen, más rica sabrá.
  2. Ponle unas 3 cucharadas de azúcar, un chorrete de salsa de soja y otro de vinagre. Sin miedo con el vinagre, que es los que le va a dar el contraste de sabor. 
  3. Deja que reduzca todo de nuevo y añade medio vaso de agua. Cuando haya cogido al textura de mermelada estará lista. Deja que enfríe y guárdala en la nevera.

     Hazla en cantidades ingentes y almacena cubitos o tuppers individuales en el congelador. Cuando los quieras usar, los sacas ese mismo día por la mañana y los tendrás perfectos para comer.

     No digo que sea una receta para hacer todos los días, pero un sábado por la tarde que no tengas nada que hacer, es perfecta. Y ya sabéis, a cocinar, filibusteros, que el mundo se va a acabar.



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