Venga, una de esas cosas que podemos hacer cuando estamos aburridos y el día se nos está haciendo más largo que el columpio de Heidi.
El hacer cada cierto tiempo un poco de tomate frito y guardarlo en frascos de cristal hace que podamos tirar de él cuando nos haga falta y no de uno comprado. De este modo, ahorramos dinerito y nuestras recetas saldrán, si cabe, más ricas.
DIFICULTAD:
Dejar de pensar en lo largo que era el columpio de Heidi y de dónde estaría colgado.
INGREDIENTES:
- Una lata de tomate triturado
- Una cebolla
- Un par de dientes de ajo
- Sal y aceite de oliva
- Un poco de azúcar
- Las especias que queramos
PREPARACIÓN:
- Pica la cebolla y ponla con un poco de aceite en la cazuela donde vayas a cocinar. Cuando esté dorada échale el ajo (con la piel y todo, que luego lo quitaremos). Antes de echarlo, dale un porrazo con el cuchillo para que suelte mucho más sabor.
- Vierte el contenido de la lata en la cazuela. A mí me gusta usar latas de tomate triturados en vez de las de tomates pelados. Es porque luego no las paso por la batidora. Si eres un finolis y no te gusta encontrarte los trocitos de cebolla pues dale zapatilla con la batidora y listo.
- Ahora es el momento de ponerle la sal y las especias que hayas elegido. Te recomiendo la pimienta y el laurel, pero puedes añadir orégano, romero o tomillo a tu tomate. Ponle también alguna cayena para darle chispa.
- Déjalo que hierva un buen rato y que haga chup-chup. Pon una tapa que el tomate frito caliente salta y luego vienen los disgustos.
- Por último pruébalo con una cuchara o un mendrugo de pan. Suele salir un poco ácido, por ello debes ponerle un poco de azúcar para contrarrestar esa acidez.
Y ya está. Agénciate de unos tarros y mete ahí el tomate. Te durará muchos días en la nevera siempre que esté bien cerrado.
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